Un viento fresco que unió al Progresismo

 Por Carlos Rangel economista y asociado de la UPP

Publicado en eldiariocantabria el 2 de junio de 2025

Siempre he mirado con esperanza el panorama político español, especialmente lo que respecta al progresismo. En ese camino, Pedro Sánchez emergió como un verdadero soplo de aire fresco en un momento crucial. El aire del progresismo español, tras el fracaso económico que empañó los últimos años del gobierno de Zapatero, se sentía algo viciado.

Reconozco y estoy orgulloso de haber apoyado a Zapatero, aunque quizás no con la suficiente convicción, hasta que sus políticas de recortes me hicieron dudar. Su incapacidad o falta de voluntad para buscar alternativas me llevó a replantearme la dirección del partido. En ese contexto, la irrupción de Pedro Sánchez supuso una oportunidad invaluable: la posibilidad de que las bases del Partido Socialista eligieran directamente a sus representantes. Esa democratización interna, que muchos consideraban impensable, fue una de las primeras señales de que algo diferente estaba naciendo.

A pesar de los errores que, como cualquier líder político, ha podido cometer durante su gestión, sigo creyendo firmemente que Pedro Sánchez es, hoy por hoy, la mejor opción dentro de la izquierda progresista en España. Sus políticas, orientadas a la justicia social y a la protección de los más vulnerables, han marcado una senda clara y necesaria en un país que aún arrastra las cicatrices de la desigualdad.

Sin embargo, en este punto, me asalta una preocupación. Observo con desasosiego cómo, a pesar de los esfuerzos por implementar políticas progresistas que benefician a la mayoría, parecemos incapaces de defenderlas eficazmente. La constante campaña de desinformación, la polarización y el ruido mediático nos superan. No sabemos reaccionar con la contundencia necesaria, ni somos capaces de articular un discurso que llegue a la ciudadanía y le haga entender el valor intrínseco de unas leyes diseñadas precisamente para favorecer a los más desfavorecidos.

En este escenario, surge una pregunta ineludible: ¿acaso la mayoría progresista que ha constituido este gobierno tiene una alternativa mejor? Más allá de la estrategia política, la realidad es que no se vislumbra una opción más coherente y capaz de aglutinar el espectro progresista.

Debemos ser conscientes de que solo tenemos el apoyo de algo más del 50% de los electores de este país. Esa mayoría, aunque diversa, comparte un denominador común: la defensa de los valores democráticos, la justicia social y un modelo de convivencia abierto e inclusivo. Si no somos capaces de ponernos de acuerdo, de entender la necesidad de la unidad en la acción política y en la comunicación, el riesgo es enorme. El fantasma de que Vox se convierta en una fuerza decisiva para el futuro de España es una amenaza real que solo podremos conjurar si el progresismo, en su conjunto, sabe estar a la altura del desafío.

Y en esta dinámica, hemos llegado a un punto de absurdo donde las palabras de una tal Leire Díaz en una conversación privada se magnifican hasta considerarlas "muy graves" y suficientes para deslegitimar a un gobierno que, de hecho, no tiene nada que ver con esa conversación. Es crucial recordar que, hasta que se demuestre lo contrario, Leire Díaz es una afiliada más, entre cientos de miles de personas que pagan su cuota al PSOE. La hipertrofia de estas situaciones menores desvía la atención de lo verdaderamente importante: las políticas que afectan la vida de la gente y la necesidad de defender el proyecto progresista frente a una ofensiva constante.

En relación con los casos de corrupción es fundamental ser tajantes: no debemos consentir, y no vamos a consentir, ninguna manifestación de corrupción ni actitudes condescendientes. A diferencia de las posturas conservadoras, que históricamente han mostrado una mayor permisividad ante estas prácticas, el progresismo tiene un compromiso firme e inquebrantable con la ejemplaridad.

A los progresistas no nos va a temblar la mano a la hora de investigar, depurar responsabilidades y sancionar la corrupción con la máxima rotundidad. La ética pública y la transparencia son pilares fundamentales de nuestro proyecto, y cualquier conducta que las socave debe ser perseguida y castigada. La ciudadanía exige y merece una política limpia, y es nuestro deber responder a esa demanda con hechos, diferenciándonos claramente de quienes han mirado hacia otro lado en el pasado.



En un hecho histórico y de gran valor para el progresismo español, Pedro Sánchez ha sido capaz de unir a la izquierda progresista en un proyecto común de gobierno. Gracias a su liderazgo y al apoyo decisivo de todos aquellos que han crecido con él en este camino, se han logrado, con enormes dificultades, propuestas de gobierno progresistas que han cambiado muchas cosas en nuestro país.

Es fundamental reconocer y agradecer la participación activa de figuras clave en los distintos ejecutivos progresistas bajo su mandato, como Pablo Iglesias, Yolanda Díaz, Irene Montero,  Alberto Garzón, y el actual ministro Ernest Urtasun, así como tantas otras personas que, sin su colaboración y compromiso, la conformación y el avance de este proyecto progresista no hubieran sido posibles. La diversidad de visiones y la capacidad de llegar a acuerdos han permitido impulsar políticas sociales y económicas que han beneficiado directamente a la ciudadanía, demostrando que la unidad es la vía para transformar la sociedad.

Es imperativo que el progresismo español encuentre la manera de comunicar sus logros y sus intenciones con mayor claridad y determinación. La defensa de los avances sociales no puede quedarse solo en el BOE; necesita calar en el imaginario colectivo y contrarrestar con argumentos sólidos la narrativa de quienes buscan socavar los pilares del estado del bienestar. El futuro del progresismo, y con él, el de una sociedad más justa, depende de nuestra capacidad para hacernos entender y para mantenernos unidos.

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