¿Dónde está el freno a la ultraderecha?

Por Olga Agüero periodista y asociada de la UPP

Publicado en elDiario.es el 1 de junio de 2025

 Ahora la gente camina con los oídos tapados, aislada por los auriculares. Hace tiempo que también hemos cerrado los ojos a la realidad. Así, ciegos y sordos, nos vamos endureciendo, nos vamos haciendo insensibles. Escuchamos y leemos que el Gobierno de Cantabria pide expulsar a 18 menores migrantes y no nos escandalizamos. Protestamos con una tibieza extraordinaria en proporción al desatino moral que predica la decisión. Hemos cruzado puentes que nos llevan a un abismo impulsados por un temor absurdo incitado por el discurso del miedo.

Empezó con una lluvia fina de esas que no parecen capaces de penetrar hasta los huesos: cuando la libertad se proclamó como el derecho a tomar cañas. Así que no abrimos el paraguas. Nos pareció una batalla pequeña, de esas que se dotan de un adulterado sentido mayúsculo. Pero fortaleció la epidemia de individualismo y consumismo. Y no teníamos puesto el impermeable, así que se nos ha endurecido la piel, han empezado a llover sobre nosotros despropósitos, nos cala un discurso deshumanizante que normaliza la falta de ética.




Con qué derecho arrojamos de vuelta al océano de la tragedia a 18 personas que han tenido que huir de su país donde no hay libertad, ni comida, ni refugio. Al final, han llegado a tierra firme pero tampoco están a salvo. El Gobierno de Cantabria solicitó su expatriación. Algunos dicen que están mejor viviendo con sus padres, que muchos han perdido en el naufragio del Mediterráneo, un mar teñido de hilos rojos. En la desesperada travesía por alcanzar la dignidad.

Bajo ese rechazo, que el Gobierno del PP resta importancia como si fuese un trámite habitual, destila un racismo y una intransigencia que nunca se aplicó a quienes tienen otro color de piel: los 2.000 ucranianos a los que acogió Cantabria. Nadie sugiere que están mejor con sus familias en Kiev.

No basta tampoco apelar a la realidad, porque ninguno de los niños migrantes que han venido en los últimos años ha tenido problema ninguno con la justicia. Lo han reconocido desde las propias instituciones de servicios sociales. Porque otro de los estigmas, que también deberían escandalizarnos más, es esa falsa relación entre migración y delincuencia que nos avergüenza como seres humanos.

Aunque las expatriaciones, afortunadamente, no se van a gestionar desde Madrid, no debemos pasar página. Hay algunas responsabilidades de quiénes permiten esta quiebra moral. Cuando el Partido Popular ganó las elecciones sin la mayoría necesaria, Miguel Ángel Revilla se ofreció dos minutos después a investir presidenta a María José Sáenz de Buruaga para que no tuviera que pactar con la ultraderecha. Los regionalistas nos salvaban de las condiciones que impuso Vox en otras comunidades para llegar a acuerdos de gobierno.

Pues bien, a pesar de que Buruaga no tenía esa hipoteca ha ido haciendo exactamente lo que quería la ultraderecha: empezó negándose a construir un centro de acogida en Camargo -“España es muy grande y los refugiados se pueden acoger en muchos lugares”, dixit- derogó la Ley de Memoria Histórica y ahora solicita la expulsión de los menores migrantes. El último episodio, encima, ha sido en pago al apoyo que negoció con Vox para aprobar la Ley de Simplificación Administrativa. Es capaz de sacrificar el futuro de 18 menores para ganar una votación en el Parlamento. El último marco que han comprado es directamente una mentira: el miedo a la ocupación de la vivienda, a pesar de que las cifras son anecdóticas. Ellos, sordos a la evidencias, convierten en delincuentes a inquilinos, morosos y desahuciados en un enredo conceptual y dialéctico que les ha empujado al despropósito de hacer una ley de vivienda que solo protege a los rentistas, que no se preocupa por quienes no tienen casa.

La conclusión es que el apoyo del PRC al Gobierno no nos ha protegido de los discursos ultraderechistas. Buruaga los ha desarrollado voluntariamente desde el primer día. Como se ve, también forman parte de sus propias convicciones, están en su ADN político. La cuestión ahora es cómo reaccionarán los regionalistas.

La gente habita en un mundo contaminado por el ruido y la desinformación. Ya no sabe lo que es verdad o mentira. Pero, al parecer, tampoco sabe ya dónde está el bien y el mal. Hemos perdido la capacidad de escandalizarnos ante los discursos amorales. Pero el deterioro ético va más allá, va en contra de nosotros mismos. Dice el filósofo Byung-Chul Han, reciente Premio Princesa de Asturias, que el ser humano vive al revés, que va en sentido contrario. Destruye el medio ambiente, se comporta como las bacterias que matan a quien deben su vida. Ningún animal es violento con la naturaleza, solo el hombre.

El hombre es un lobo para el hombre. El problema es que ahora la sociedad ya no intenta corregir ese comportamiento.

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