Los imperfectos

 Por Ola Agüero periodista y asociada de la U.P.P.

Publicado en elDiario.es el 6 de abril de 2025

El Gobierno de Cantabria está empezando a clasificar a los ciudadanos adscribiéndoles a una de esas categorías de adversarios versus imperfectos. A saber: comunista, okupa, absentista o MENA


Estos días entra en vigor una ley contra la discriminación de los feos, pero solo se aplicará a los calabacines, zanahorias y tomates con malformaciones que son rechazadas por los escaparates porque los compradores prefieren manzanas y peras de piel impoluta, brillante y perfecta.

A partir de ahora los supermercados van a vender productos imperfectos en una sociedad que hace muchos esfuerzos por perfeccionar los envoltorios -por qué lo llaman invertir en seguridad cuando quieren decir gasto militar- por barnizar la apariencia exterior, suavizar las arrugas, estirar los pómulos y maquillar defectos. Cuando lo verdaderamente desasosegante son algunas corrientes interiores de miedo, ruido y furia que desafían la ciencia, el humanismo y hasta la democracia.



También es cierto que ahora el Gobierno de Cantabria está empezando a clasificar a los ciudadanos según ciertas afinidades, más allá de su estética exterior. Es decir, que también nos penalizan cuando nos adscriben a una de esas categorías de adversarios versus imperfectos.

A saber: comunista, okupa, absentista o MENA. Si usted reclama medidas para limitar los alquileres le adjudican la etiqueta 1. Para aquellos que se enfrentan a un proceso de desahucio o que son morosos, etiqueta 2. La número 3 es la más reciente de todas: absentista es todo trabajador que falta al trabajo, aunque esté de baja. Lo cual es una imperfección mayúscula en este nuevo sistema de Gobierno de gestión público-privada. Un pecado capital. Y la cuarta categoría establece una equivalencia entre menores extranjeros y delincuencia, que no existe, pero que se inventa para mantener aún más atemorizada a la población.

Riéguese todo ello con grandes dosis de desinformación hasta que los ciudadanos no sepan distinguir entre la verdad y la mentira. Entonces estarán en el punto más vulnerable para dejarse embaucar por alguno de estos nuevos mesías del infame populismo de barra de bar.

El proceso de etiquetado oficial viene a ser una declaración de ciudadano non grato, una especie de sello de falta de calidad. Es más, hay incluso un caso más severo: el de ¿quiénes son esos? Que supone un desprecio y una invisibilización flagrante, la negación de los derechos como ciudadano porque, al parecer, también para protestar hace falta pertenecer a un colectivo reconocido oficialmente por la autoridad de turno. Si usted no es nadie y cuelga una pancarta no tiene derecho a que le escuche un señor consejero de Obras Públicas.

También la alcaldesa de Santander está contrariada porque la justicia le obliga a cumplir la ley y borrar la propaganda de la dictadura de las calles. No quiere molestar a los vecinos, dice. Será a algunos, porque al resto les lleva molestando 50 años la permanencia del callejero franquista. Pero se ve que esos vecinos también tienen etiqueta y son como los tomates feos del supermercado: castigados en un rincón.

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